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Martillo artesanal bis

Martillo hecho de acero, con mango de madera de fresno, anatómico, de forma cuadrada, con fino bisel en su parte de golpear, en la otra parte presenta corte en dos orejas para sacar clavos. Este martillo me lo hizo como el anterior, Raúl Giuzzio (Ferrucho, sobrenombre heredado del abuelo de Ricardo Omar ,el Negro Giuzzio, de nacionalidad uruguayo igual que mi padre) hombre muy trabajador, de profesión herrero, incansable, muy madrugador y experto en herrería de carros que hacía cualquier cosa. También su hermano Ricardo era herrero, ya venía de una familia de herreros, hacían cosas maravillosas, desde caldear, estirar rejas de arado etc. Un muy buen hombre y compañero. El hijo de Ricardo es carpintero y se llama igual que su padre, Ricardo Omar, el Negro Giuzzio, se jubiló en la municipalidad y entro ahí como carpintero, cuando el que escribe esto estaba a cargo de la sección carpintería, y también entró Julio Díaz, más conocido por el Coco, un Maestro de las bochas. La Herrería y Carpintería de Carros de los Giuzzio conocidos por los “Ferrucho” estaba en calle Alberdi y Gasc (antiguamente 1 del oeste sur) lleva ese nombre por un profesor francés de nombre Enrique Gasc, vecino de los Giuzzio, que vivía sobre calle Alberdi al 1330. Dicho taller, se encontraba a continuación de la casa de familia, que estaba sobre calle Alberdi, todo ocupaba ¼ de la manzana. De carpintero estaba don José Antonioli, al que yo le compré la garlopa de mano que siempre he usado. Cuando salía de la escuela industrial o de la municipalidad yo pasaba por ahí y tomábamos mate mientras ellos preparaban todo para enllantar las ruedas del día y mas vale que estaba en primera línea, y da la casualidad que cuando entro en la Municipalidad, como no tenía máquinas de cepillar ni tupí, sólo una sierra sin fin y una circular, donde se cepillaba ahí, así que por lo tanto cuando había que cepillar caíamos con don Luis Pichelli y le dábamos a la cepilladora, estaba ubicada contra la pared de la casa de familia y en línea con la máquina había una ventana por donde pasaban las tablas de pino ferrocarril que tenían 18” de largo es decir 5,50 mt. Toda esta viruta se la usaba para enllantar, como era esto, trataré de explicar todo el proceso pues tiene que ver con esta familia de la que tengo el mejor de los recuerdos de mi juventud en que pensaba nada más que en trabajar, fue una de mis nutrientes. Las llantas de los carros eran hechas con planchuelas de ¾ “ de grueso y como en ese entonces no existía la soldadura eléctrica se la unía caldeándola. Explicaré como se hace, pues yo vi personalmente como se realizaba este hermoso trabajo, y ojo que es más seguro que la soldadura eléctrica. En la fragua de los Giuzzio, al fuego del carbón de piedra se lo avivaba con un enorme fuelle de cuero, el que funcionaba por medio de una roldana y una piola, la que iba atada a la parte inferior del mismo y como la parte superior tenía contrapeso, para que este funcionara, tenía atada en la punta de esa piola una madera en la cual uno con las dos manos, tenía que tirar hacia abajo y se generaba la acción de avivar el fuego de la fragua, en este caso para caldear. Había un vecino que vivía cruzando la calle Gas, “antes 1 del oeste sur” enfrente del enllantadero, que era don Juan Goñi, me acuerdo que tenía una palmera al costado de su casa y el hacía funcionar el fuelle, yo conversaba mucho con él, con don Juan, se había jubilado de lechero y siempre me decía: “Mira, che Toledo, yo no voy a dar trabajo, cuando no sirva más yo sé lo que tengo que hacer y le daba al fuelle, la verdad que cumplió con lo que decía. El todas las mañanas pasaba con su mujer caminando por supuesto, rumbo al almacén de los Casenave, o a la panadería que quedaba sobre la calle 9 de Julio, ahí nomás en la 2 del oeste a comprar, el pan, leche y lo que hiciera falta para el sustento diario. Ricardo los veía pasar, pero un día paso ella sola, es decir la Señora de don Juan, bueno siguió trabajando y por ahí entra la señora de don Juan, diciéndole venga don Ferrucho, mire lo que ha hecho mi Juan, la acompañan y cuando llegan ven la punta de los pies allá arriba. Cumplió con su palabra, se ahorcó el hombre. Una vez logrado el objetivo de darle forma de círculo a la planchuela y que luego se convierta en llanta, el mismo se lo hace por medio de rodillos que se denominan dobladora de llantas, se le hace un corte a las dos puntas (se trabaja entre dos personas) mas o menos de 1” al medio del ancho de dicha planchuela, todo esto se realiza con el hierro calentado casi al“ rojo _ blanco”, vuelve al fuego y cuando sale que saltan chispas de blanco que está, se lo pone sobre la bigornia colocándoseles en medio de dichos cortes un pedazo de placa de caldear marca “Lafit” que hace de fundente, si no había en ese momento se lo hacía con arena fina. Todo este trabajo es muy coordinado y los que lo hacen son unos Maestros, ahí entra un tercer ayudante a pesar que siempre son dos, que es el que con el marrón de diez kilos, le pega con todo donde le marca el que manda, en este caso Ricardo “viejo”, el hermano de Raúl, y recién ahí se convierte en llanta de carro, que para la medida apropiada, es decir el diámetro es todo un tema al que me referiré. Cuando las llantas de tanto andar se aflojaban, había que ir a lo de los “Ferrucho”, ahí ya entraba la recalcadora, que era otra máquina que achicaba las llantas, como todo por medio de la fragua, ahí se la calentaba bien a punto, se la colocaba en la recalcadora y ahí se procedía a reducir el perímetro de dicha llanta. Raúl era el que hacía las herraduras y las colocaba en los vasos de los caballos, ingresando luego a la Municipalidad cuando se jubila Don Juan Movio que era el herrero. Hay que tener en cuenta que antiguamente en la Municipalidad el transporte de broza, ripio y el servicio de recolección de residuos se lo hacía en carros denominados “Tumberos”. Fueron los antecesores de los camiones volcadores, y al primer camión volcador que hubo en la Muni, le decían el “torito” pues su cabina era cortita y lo manejaba el gordo Marques. Volviendo a las llantas, la medida para lograr un perfecto ajuste se tomaba con una herramienta que era un disco de chapa con una manija de varilla de hierro que estaba unida al disco por medio de un remache que hacía de eje. Con esto se medía el perímetro, Ricardo la aplicaba al medio de las camas de la rueda a enllantar haciéndoles una marca con una tiza, tanto al disco como a la rueda y caminando a su alrededor cuando llegaba a ésta, hacía una segunda marca, eso le daba la medida, para saber el tiro que tenía que darle, por supuesto que él ya había pasado este objeto por el interior de dicha llanta con las marcas de tiza correspondiente. A llanta nueva le daba 1” y a llantas usadas o vueltas a enllantar, sólo 2 cm, por supuesto que más chicas que las maderas de las ruedas, que se llaman camas El enllantadero estaba compuesto de una base de hormigón, pero que tenía a su alrededor una llanta amurada al mismo pero al ras y con una pendiente hacia el centro, que era la que le daba la comba a las ruedas. En el centro tenía un tornillo largo roscado de 1” de grueso con tuerca pero con asas, el que tenía un ojo que iba prendido a un eje amurado allá al fondo, con varios tacos con sus agujeros correspondientes como suplementos según las masas de las ruedas. Este trabajo se hacía al fin del día pues se preparaban todas las ruedas para ese fin. Se colocaban las llantas y a su alrededor se le ponían trozos de madera de adentro como de afuera, la cantidad que fuera necesario, y ahí se aprovechaba la viruta de la cepilladora distribuyéndola en todo el contorno y se le prendía fuego El ya sabía, era un maestro, cuando el hierro tomaba el color adecuado se lo tomaba con dos barras de hierro de más o menos 2 m de largo en que en una de sus puntas era en forma de U invertida para poder calzarlas y proceder a levantarla y llevarlas. Para que no se reviren se lo ayudaba con otro hierro desde abajo y colocarlas arriba de la rueda y por medio de dos marrones a los golpes, se la calzaba a toda velocidad, logrado esto se le echaba agua sacada de un pozo que estaba al lado del enllantadero y tan cerca del brocal que tan sólo con una soga cortita nomás se la, valga la redundancia, sacaba. Ahí se sentía como crujía la madera al ir enfriándose el hierro. Pero ojo que al quemarse la madera de alguna manera ésta se pegaba a la llanta. Ahora me referiré al carro “tumbero”, que como ya dije anteriormente fue el antecesor del camión volcador, para una mejor interpretación daré sus medidas aproximadas pues cuando se hacía alguno nuevo se tomaban las medidas de otro. Medidas y materiales con que estaban hechas las cajas. “Estructura”, era hecha totalmente de lapacho, los “limones” o largueros principales eran 2 de 3” x 6” x 2 m, los cabezales eran 2 de 3” x 3” x 2, m. Las estacas, (4 por lado) junto con las barandas eran los laterales o costados del tumbero iban sujetas con grapas de planchuelas de hierro de 3/8” x 2” las que iban abulonadas al larguero con bulones de 3/8” y tenían doble uso. 8 de 2” x 3” x 0,85 mt, la baranda 2 de 2” x 3” x 2 mt, 2 travesaños para el piso llamados “teleras” de 2” x 3” x 2 mt. El piso propiamente dicho era de pino ferrocarril de 1” de grueso fijado todo con bulones, los laterales también de pino ferrocarril de 1” de grueso abulonados, la tabla de adelante de la caja ídem, nada más que iba dentro de unas correderas fijas abulonadas y además con una rienda de sujeción. Las tablas de atrás eran de sacar, es decir extraíbles, y eran dos, que también llevaban correderas igual que las otras. Los bulones eran de cabeza redonda la cual era achatada en una planchuela con agujeros frezados hechos para ese fin que medía más o menos 0,40 cm de largo , 2” de ancho y ½ “ de grueso; para hacerlo introducían los bulones en esos agujeros y con una maza grande se los golpeaba hasta obtener la forma deseada. Estos bulones se usaban indistintamente para el piso y las correderas de las tablas delanteras y traseras del mismo. El eje es cuadrado de 31/2 x 31/2”y va fijo y abulonado por supuesto con grapas de ½” de grueso, bulones de ½” e iba tomado del centro, de ahí para adelante, el eje, para que funcione, al sacar la chaveta que sujeta la caja, con las varas que es donde van atados los caballos. La parte del eje donde se prenden las varas es redonda que es donde está la abrazadera que por medio de dos bulones de cada lado, se la fija a estas, y es el punto de unión, por eso repito ahí esta el secreto de que sea “tumbero”, pero hay otro elemento, que es la parte fundamental para que esto, valga la redundancia funcione, el ser humano, es decir el que lo conduce. Se paraba sobre el balanzón apoyándose en la tabla fija de la caja él sacaba la chaveta, para liberar la grapa, que era la pieza que unía la caja con las varas para lo cual teniaa que ejercer presión parándose sobre el cabezal, que mantenía la caja unida con las varas logrado esto, la caja caía hacia atrás es decir se tumbaba, de ahí el nombre de “tumbero”, cayendo la carga al suelo. Ahora entro a describir lo que son las varas y como están hechas, por supuesto la madera es la misma, lapacho paraguayo, y la verdad que así se lo compraba, sus medidas son más o menos; 3” x 4” x 2 50 m de largo, siendo la parte de adelante donde se ata el caballo, redonda para no lastimar al equino por supuesto, llevando un corte en chanfle en la punta de la parte interior, cosa que cuando se lo hace retroceder para cincharlo, repito no se lastime. En donde están los chanfles, más o menos a 10 cm, lleva una grampa de cada lado en la parte inferior que es donde se ata la cincha y pechera. Ahora viene la parte donde va ubicado el conductor y se llama “balanzón”, también de lapacho de 3” x 3” x 2 y pico de m abulonado debajo de las varas y más o menos a los 5 cm de cada punta de este llevaba un gancho, donde iba enganchado un balancín, en que se prendían con tiros, dos caballos, uno de cada lado. Dichas varas estaban unidas por medio de dos travesaños de 3 x 4” todo reforzado con planchuelas en su contorno y abulonadas al conjunto, estando el travesaño delantero a filo con la caja, en el centro tenía una abrazadera con una punta de 11/4” de grueso x 21/2” de largo, con el corte donde se colocaba la chaveta, la que estaba encadenada por razones obvias, todo esto abulonado. Hay que tener en cuenta que estos “tumberos” no tenían elástico, así que era demás divertido andar en ellos, personalmente me tocó varias veces por razones de fuerza mayor, tener que subirme llevando las herramientas para hacer algún trabajo, sobre todo al matadero. Si uno compara como se trabajaba antes y ahora, ninguna duda que era mucha más ruda la vida.

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